viernes, 1 de abril de 2016

Mitos y leyendas del psicólog@, ese extraño ser.


En múltiples ocasiones he oído comentarios del tipo, “Uh… si eres psicóloga paso de hablar que seguro que me psicoanalizas” o incluso, “¿Qué eres loquera? ¿Y no te da miedo? Debes ver de todo, cuenta, cuenta”.  Por mucho que todos tengamos a un conocido, amigo o familiar que haya ido al psicólogo, muy poca gente sabe en realidad lo que somos, lo que sí hacemos y lo que no.

Empecemos por una pregunta simple. ¿Qué os viene a la mente cuando pensáis en un psicólogo? La mayoría de la gente a la que le he formulado esta pregunta me ha respondido, cosas del estilo, “Es alguien que se sienta y te tumba en un diván. Después se limita a escucharte y a darte consejos”. Pues bien, excepto la primera (más que nada que sino se haría complicado algo tan simple como tomar algunas notas, por ejemplo), ninguna de estas afirmaciones es cierta. Y precisamente esto es lo que voy a intentar, desmitificar los mitos que giran alrededor de la figura del psicólog@, siendo éstos los más comunes.

1. El psicólog@ no es un médico. Se me ha dado el caso, de personas que han venido a consulta con una simple demanda, “Deme algo para que se me pasen estos nervios”. No querían ni oír hablar de ningún otro tipo de tratamiento que no fuera el farmacológico. Pues bien, eso nosotros no podemos hacerlo. Para eso están los psiquiatras. Sí que es cierto, que en algunos casos de psicopatología grave, nosotros mismos recomendamos a los pacientes que acudan a ellos, ya que vemos necesario un tratamiento dual de psicoterapia y psicofármacos. Pero en la mayoría de los casos, esa medicación no es necesaria y es más que suficiente con una modificación de la conducta y de las cogniciones del paciente.

2. El psicólog@ no es un mago. Muchas veces les he dicho a las personas que entran en mi consulta que no tengo varitas mágicas ni botones instantáneos que apretar. No por el simple hecho de acudir alguna vez se arreglan todos los problemas. El psicólog@ solo no consigue nada. El proceso terapéutico requiere tiempo y esfuerzo por parte del paciente, a la par que una gran motivación para el cambio. Y a su vez conocimientos, empatía, capacidad para hacer frente a los imprevistos y una gran objetividad por parte del psicólog@. Si se poseen todos estos elementos, ambos formarán un buen equipo, y cualquier problema podrá tener solución.

3. Siento daros esta mala noticia pero… l@s psicólog@s no leemos la mente. Lo siento mucho si os decepcionamos, pero necesitamos que nos contéis las cosas, todo lo que ocurre como si fuéramos curas. No tenemos secreto de confesión, pero sí secreto profesional, que ampara incluso más al paciente. Para poder hacer bien nuestro trabajo, y llevar a cabo la fase de evaluación con éxito, necesitamos obtener toda la información posible, que a pesar de tener técnicas para obtenerla, no somos capaces de adivinarla porque sí. Y otra cosa que viene al caso… en psicología jurídica hay que corroborar la veracidad de esa información, pero dentro de una consulta se presupone que el paciente te dice la verdad, ya que viene por su propio pie. Pensad una cosa… si engañáis a vuestr@ psicólog@, solo os estáis engañando a vosotros mismos.

4. Un psicólog@ no solo se limita a escuchar. Hay momentos que evidentemente son para ello, y que tanto el cliente como el terapeuta necesitan para que éste último sepa cuáles son las novedades, lo que va bien y lo que no. Es cierto que escuchamos, pero lo que nosotros llamamos escucha activa va más allá de esa simplicidad. Un psicólog@ recoge información de forma objetiva, para poder llevar a cabo unas conclusiones y a partir de ahí poder dar las pautas necesarias para modificar la conducta problema. Con lo cual, a parte de escuchar, por ejemplo, también hablamos y nuestro cerebro va a dos mil por hora para poder hacer nuestro trabajo con corrección.

5. Un psicólog@ no da consejos. Los consejos te los da tu amiga Manolita cuando quedáis para tomar un café porque estás de bajón. El psicólog@, en cambio, realiza una evaluación objetiva en base a la cuál enseña al paciente toda una serie de técnicas (cuya validez y fiabilidad han sido corroboradas empíricamente) y habilidades para que él mismo sea capaz de salir de cualquier situación conflictiva en la que se vea inmerso.

6. Cuando un amigo vuestro os dice que va al psicólog@... ¿Cuál es la imagen mental que os viene a la cabeza? Me ha sorprendido las veces que me han preguntado sobre mi diván… y no tengo diván, pero ya se presupone… ¿Otro mito? No en sí. Al diván lo hizo famoso Sigmund Freud en la práctica del psicoanálisis en el S. XIX, situándose detrás de la cabeza de sus pacientes para que no hubiera contacto visual y éstos no desviaran su atención, a la vez que para analizarlos. Actualmente, se sigue usando en la práctica del psicoanálisis y de los seguidores de Lacan, pero nada tiene que ver con una buena práctica de la psicología. Es la profesionalidad del psicólogo y la situación particular de cada paciente y tratamiento lo que define qué hacer y cómo para obtener los objetivos marcados por ambos. Como siempre la respuesta está en encontrar el psicólogo más adecuado para cada necesidad.

7. ¿Por qué se estudia psicología? Los mayores mitos radican en respuestas como: “porque así puedes tratarte a ti mismo”, “porque se han tenido traumas que quieren entenderse”… nada más lejos de la realidad. Eso sería como decir que alguien que estudia arquitectura lo hace porque quiere hacerse una casa o uno que estudia medicina porque quiere operarse a sí mismo. Conozco a muchos psicólogos, y lo que ha llevado a estudiar psicología a la gran mayoría es una curiosidad tremenda por la mente humana, por cómo funciona, por saber por qué en una misma situación alguien desarrolla una psicopatología y otro no, y sobre todo porque sabes que así podrás ayudar a los demás. Sea cual sea el motivo, en la gran mayoría de los casos nada tiene que ver con esas respuestas sesgadas.

8. Sí, los psicólogos pueden deprimirse. Aunque al mundo le cueste entenderlo, los psicólogos no tenemos inmunidad ante nuestros procesos mentales y emocionales. Cierto es que sabiendo la teoría podemos ajustarnos más rápidamente o en mayor número de ocasiones que los demás, pero esto no nos exime de esos sentimientos y emociones. Un psicólog@ puede enfadarse, puede ponerse nervioso, puede tener ansiedad, puede llorar y puede reír. Puede haber situaciones en su vida que no sabe gestionar del todo y equivocarse, y puede haber momentos en que lo mande todo a freír monas. A su vez, también duerme, come, paga facturas, necesita vacaciones, y un largo etcétera. Cerrando ya… no os olvidéis de que somos personas, y sobre todo… que hay que estar muy loco para ser psicólog@, ¿Quién sino en su sano juicio se haría cargo de los problemas de los demás?

Y otra cosa, para nosotros, la psicología es más que una profesión, y ser psicóloga, al menos para mi, es simplemente un honor.



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